Se habla mucho de la Inteligencia
Emocional, pero este concepto todavía no se aplica, en general, en la escuela
ni en la familia a la hora de educar a niños y adolescentes.
Para comenzar a aplicarlo poco a poco
será necesario un cambio de mentalidad, tanto de los profesores, como de los
padres. El primer paso sería cambiar el planteamiento de las preguntas
sencillas: ¿Qué tal te ha ido el día? ¿Cómo han sido tus notas?
Aplicando la inteligencia emocional
preguntaríamos: ¿Te has sentido mal al discutir con un compañero? ¿Has notado
rabia? ¿Cómo te afectan las notas? ¿Sientes que no están siendo justos los
profesores?
Es necesario entrenar y practicar
para reconocer las emociones que sentimos en diferentes momentos vitales. Detrás
de cada comportamiento y actuación hay una emoción que nos mueve a ello, aprender
a conocerlas es poder controlarlas.
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