España es el segundo país europeo
con más tasa de desempleo (16,1%), un puesto por detrás de Grecia (20,6%)
[Datos Macro, 2018]. Las causas de dicho problema son la falta de estudios, el
difícil acceso al mundo laboral, etc.
Por otra parte, Alemania está
situado dentro de los cuatro primeros puestos de países con menos desempleo en
Europa, con una tasa del 3,4% (Datos Macro, 2018).
La clave de dicho éxito es la
“formación a la carta adecuada a las necesidades de las empresas”, según
explica Christian Amtsberg, de la Asociación Hispano-Alemana de Enseñanzas
Técnicas (ASET). Esta formación viene dada de los cursos de aprendizaje
ofrecidos a los estudiantes de Formación Profesional.
En Alemania, más de 348 empresas
demandan hasta 500.000 aprendices de prácticas durante dos o tres años con
posibilidad de obtener un contrato indefinido en la empresa en la que se ha
estado formando.
El Ministerio de Educación, Cultura
y Deporte define la F.P como “estudios profesionales más cercanos a la realidad
del mercado de trabajo”. Además afirma que “responde a la necesidad de personal
cualificado [...] para responder a la actual demanda de empleo”. Sin embargo,
¿Por qué hay tan pocos españoles que eligen estudiar una F.P? Según Amtsberg
“el 60% de los jóvenes alemanes emplean este sistema, mientras que en España
solamente un 20% la elige”.
Uno de los pilares fundamentales del
sistema dual alemán es la colaboración entre las empresas, las Cámaras de
Comercio y las Administraciones Públicas. Las Cámaras de comercio deciden los
contenidos formativos; y la Administración Pública los aprueba y paga a las
empresas de formación. Dichas empresas obtienen beneficios al acoger a los
aprendices por tres razones: el rendimiento laboral por el aprendiz; ahorro en
la selección de personal, y la aportación de una muy buena imagen a las
compañías.
Parece, por tanto, que la elección
de este sistema educativo sólo proporciona beneficios tanto económicos como
profesionales.
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